Acabo de fundar una República con sólo un habitante; no nos será difícil alcanzar un consenso que a todos nos agrade, aunque hemos decidido que las normas no nos importa a nadie: ¡que se queden los reyes con las leyes y nosotros con nuestras libertades! Confiamos en nuestra condición: somos humanos pero somos ángeles (los ángeles son pájaros eternos que dibujan sonrisas en el aire de los sueños más bellos que por soñarlos ya son realidades); hablamos con palabras, con silencios y en un idioma que no entiende nadie que no llene de amor su corazón; decidimos llamarle así: República del Infinito y asegurarnos que jamás acabe; si entiendes nuestro idioma, no lo dudes: en nuestras tierras puedes exiliarte; aquí las puertas siempre están abiertas, no hay fronteras ni cárceles, y no hay nada nocivo a la existencia, tan sólo la inocencia de los ángeles. Si te gusta, ve haciendo las maletas, o te vienes mejor sin equipaje; no hace falta siquiera que renuncies a la patria querida de tus padres... Nuestra República del Infinito no compite con nada ni con nadie; aquí hay trabajo (¡y mucho!) para todos, y aunque no hay ley jamás habrá ilegales, puesto que es bienvenido hasta el más pobre y el que nunca viaje... Si no puedes venir, también estamos contigo en todos lados, ya lo sabes, ¡que aunque nuestra República es pacífica con amor esperamos conquistarte!
Jesús María Bustelo Acevedo